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dilluns, 17 d’agost del 2009

Manual antisubversivo de Colombia

El documento, que busca “defender al país” de la guerra política, criminaliza la legítima crítica como si fuera cómplice de la guerrilla


Al escritorio de un periodista llegan todos los días cartas, libros, mensajes y documentos de todo tipo, enviados por amigos y desconocidos. Algunos se consideran muy interesantes, por lo que se guardan para una lectura posterior; y otros, muy insulsos, se desechan y acaban en el tacho de la basura. Uno de los textos que guardé se llama La guerra subversiva. Nociones básicas. Propuestas para defender al país contra esa amenaza (septiembre de 2007), que recibí fotocopiado de alguien que lo encontró abandonado en un prestigioso restaurante de Bogotá.

Con todo lo que se viene pasando en el país decidí sacar este manual y escribir sobre él. Son muchas las coincidencias que hay entre los hechos y lo consignado ese documento: interceptaciones ilegales y seguimientos a abogados, políticos y periodistas que hizo en años anteriores el Grupo Especial de Inteligencia 3, conocido como G-3, adscrito al DAS; las persecuciones constantes contra los defensores de derechos humanos; y la búsqueda de alianzas con gobiernos extranjeros para perseguir al “terrorismo”.

Tales prácticas coinciden con las propuestas consignadas a lo largo de las 50 páginas de este documento, producido por un conjunto de organizaciones.

Este manual asume que en Colombia se vive una “guerra política”, a la que califica como “un componente específico” de la guerra subversiva en el país y cuyos efectos “son devastadores”. Tras ese breve diagnóstico, advierte que en la actualidad esa “guerra política ofensiva no es visible sino para una minoría de responsables políticos y por eso el Estado y, sobre todo, la sociedad civil colombiana, carecen de los organismos aptos para contrarrestarla y parecen impotentes ante esa agresión”.

Afincado en esa percepción, se revisan las características de la llamada “guerra política” y se precisa que ésta se intensifica “cuando el avance de las organizaciones subversivas armadas decrece o entra en crisis”. Es así como establece que una de sus actividades principales en el país es la “producción de estudios jurídicos tendientes a demostrar la “ilegitimidad” y la “arbitrariedad” de los gobiernos elegidos, a crear una imagen nefasta de las fuerzas militares y de los organismos de seguridad, a demoler la idea de Colombia como un Estado de derecho, a impedir el desarrollo de una solidaridad auténtica ente la ciudadanía y los gobernantes elegidos y entre la sociedad civil y los organismos de defensa del Estado”.

También se le atribuyen a esa “guerra política” acciones en el exterior, dentro de las que se destaca la “creación de asociaciones, “colectivos” y “coordinadoras” de colombianos en las principales capitales de Europa y de Estados Unidos, bajo la apariencia de asociaciones amplias de “colombianos” motivados por intereses profesionales, culturales, científicos, populares, deportivos, etc. También incluye la formación de círculos políticos minoritarios, menos explícitos y visibles, que aparecen bajo el patrocinio de formaciones políticas legales en Colombia”. Indica este manual que el Polo Democrático Alternativo es una de ellas.

Agrega el documento que el conjunto de actividades que desarrollan en el extranjero este conjunto de agrupaciones sociales actúan “siempre en consonancia con las prioridades y campañas de la subversión armada en Colombia”.

El Manual entonces sugiere que la respuesta del Estado y de la sociedad civil colombiana debe ser “la movilización de recursos intelectuales y materiales estables destinados a contrarrestar la acción de esas redes”. Pero va más allá al advertir que es necesaria la creación de un organismo constitucional que tenga herramientas suficientes para enfrentar la llamada “guerra política”. Según ello, “el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Fiscalía, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, no bastan para llenar el vacío que existe en esa materia dentro y fuera del país, y ni siquiera tiene un cuerpo jurídico y de doctrina susceptible de orientar correctamente sus actividades”.

Para superar esa falencia recomienda que el Estado responda de manera integral, vinculando a una nueva intelectualidad apoyada por la sociedad civil. Y sugiere que ese nuevo organismo sea el encargado de “frenar los estragos de la guerra sicológica” a través de múltiples tareas, como la “recopilación de información exacta, la articulación de ésta a dispositivos de respuesta inmediata y de anulación de rumores, y el trabajo de investigación de los hechos ante la emergencia de acusaciones pretendidamente sólidas pero sin fundamento”.

No obstante, indica que el suministro de información y de contra-información no puede ser dejado solamente a los medios de información. “La impulsión de la verdad y de la actividad de vigilancia constante o pueden ser relegadas únicamente a los medios, a los particulares o a los bufetes de publicidad o de imagen”, por lo que propone “impartir información y enseñar lo más ampliamente posible, a través de los medios, del aparato escolar-universitario y de casas de edición, acerca de los desafíos que plantea la guerra subversiva moderna y su variante la guerra política”.

Concluye este manual que ese nuevo organismo que plantea como “servicio de defensa de la Constitución” no sólo es un complemento de los sistemas y políticas de seguridad democrática, “sino como una nueva palanca insubstituible para encarar los nuevos desafíos”.

Lo que me preocupa es que un amplio sector del Gobierno y buena parte de militares, policías y agentes de seguridad, sienten que dentro de esos “nuevos desafíos” deben estar todos aquellos que ejercen la oposición política desde la civilidad y la legalidad. En esa errónea lectura se basa la peligrosa aplicación de este tipo de manuales.

Juan Diego Restrepo es periodista y profesor universitario

http://www.semana.com/noticias-opinion-on-line/manual-antisubversivo-colombia/127252.aspx

Las etnias indígenas al borde de la extinción a consecuencia de la guerra



En su visita a Colombia, el relator de las Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas, James Anaya, constató que hay numerosas etnias al borde del exterminio y que muchas son víctimas de los diferentes grupos armados y en algunos casos del mismo ejército. Oidhaco hace un llamado a la Unión Europea para que colabore en la protección de estos pueblos.

La Organización de Derechos Humanos Acción Colombia -Oidhaco-, con sede en Bruselas y que agrupa a una treintena de organizaciones de 10 países europeos, ve con preocupación la situación por la que atraviesan los pueblos indígenas colombianos que se encuentran en medio del fuego cruzado de la guerra y que son víctimas de las guerrillas, del ejército colombiano y de los grupos paramilitares.

El drama humanitario que afecta a estas etnias hizo que el Relator de la ONU para los pueblos indígenas, James Anaya, visitara el país, que hablara con altos representantes gubernamentales, con los líderes indígenas y que visitara parte de los territorios ancestrales. Constató in situ que el robo y expulsión de sus tierras por parte de los grupos paramilitares, que el asesinato de sus líderes a cargo de guerrillas, especialmente por las Farc, paramilitares y miembros del ejército, entre otras causas, están consiguiendo que cada día sean menos las etnias, que muchas de ellas se encuentren en peligro de extinción, y que el índice de mortalidad infantil sea escandalosamente más elevado que la media nacional. El Relator instó a los grupos ilegales para que “supriman el reclutamiento y la vinculación de niños y niñas indígenas” y que eliminen de sus prácticas “el usos de minas antipersonal”.

Anaya hizo referencia al Auto de la Corte Constitucional Colombiana en el que denuncia que “los pueblos indígenas sufren alarmantes patrones de desplazamiento forzado, homicidios, falta de alimentación y otros problemas graves a causa del conflicto colombiano”, y que ante las “situaciones de urgencia que esto genera, no se ha recibido una respuesta estatal acorde a su gravedad". Concluye el Relator, que los testimonios escuchados de los indígenas, “confirman la evaluación de la Corte”. Al constatar esta situación Anaya declara que “las iniciativas del Gobierno de Colombia en materia de los derechos para los pueblos indígenas necesitan ser consolidadas y su efectiva implementación asegurada”.

La Corte Constitucional Colombiana caracterizó a 34 pueblos indígenas en condiciones particulares de vulnerabilidad y las organizaciones non-gubernamentales colombianas, entre ellas la Organización Indígena Colombiana -ONIC, denuncian que de los 102 pueblos indígenas existentes en Colombia, 60 tienen menos de 500 habitantes, diez de ellos con menos de cien, lo que hace que su desaparición sea inminente si no se les brinda una protección especial por parte del Estado.

En un estudio entregado a Anaya, la ONIC, denuncia que entre 2002 y 2009, mil indígenas han sido asesinados, 176 han sido desaparecidos y 187 fueron víctimas de violencia sexual y tortura. De los 13.750 hechos violentos perpetrados contra los indígenas en este periodo – cifra sin precedentes – el 48% se atribuye a las guerrillas, el 34% a las fuerzas de seguridad y el 13% a grupos paramilitares.

En sus conclusiones a la visita a Colombia el Relator Anaya, afirma que persisten “alegaciones de violaciones de derechos humanos por miembros de la fuerza pública y que siguen sin ser resueltos varios casos con víctimas indígenas”.

En cuanto a los megaproyectos económicos que se aprueben para realizar en zonas indígenas, muy en boga actualmente gracias a los acuerdos comerciales que Colombia está tramitando con la Unión Europea y los Estados Unidos, el Relator señala la necesidad “de armonizar la política pública de desarrollo del país con los derechos humanos e individuales de los pueblos indígenas”, en especial, con aquellos proyectos relativos a la extracción de recursos o infraestructura: “El reconocimiento y protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas es necesario para establecer condiciones sostenibles de paz y asegurar la supervivencia de los pueblos indígenas”.

Oidhaco, apoyada en el informe del Relator Especial de la ONU para los Pueblos Indígenas, y en los diversos estudios de la ONGs colombianas, hace un llamado al Gobierno colombiano para que proteja a las etnias indígenas víctimas de una guerra de las que ellas no hacen parte, insta a las guerrillas y grupos paramilitares para que respeten los derechos de los pueblos indígenas, y solicita a la Unión Europea que tome parte activa en una estrategia sostenible de protección a corto y largo plazo de su integridad y su estilo de vida.